Aprender a catar vino de manera sencilla en tres pasos
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Aprender a catar vino en tres pasos

Aprender a catar vino en tres pasos sencillos y felizmente guiados por nuestros sentidos. A continuación te lo contamos. Coge tu copa y deja tus prejuicios.

No nos engañemos, que no vamos a catar como expertos de la noche a la mañana, pero tampoco queremos. Disfrutemos descifrando con los sentidos las señales que una botella despliega. Solo porque queremos apreciar mejor el vino que tanto nos gusta y compartir con los demás las sensaciones que despierta en nosotros. Te señalamos unos pasos, pero con la práctica verás que cada cual sigue su propio camino dentro de la cata.

midnight in paris

Fotograma de la película «Midnight in Paris»

Preparación

Antes de comenzar a catar un vino hemos de olvidarnos de tres cosas: el perfume, los pintalabios y… de coger la copa como si estuviéramos dentro de una película de Woody Allen. Sus protagonistas, más se trata de una extendida costumbre fuera del celuloide, alzan la copa directamente por el cáliz (o cuerpo), en vez de por el tallo (o pierna). Si sostenemos la copa correctamente por el tallo, evitaremos que el vino se caliente en contacto con la mano,  mientras que podremos observar bien el aspecto visual del vino y facilitaremos el característico movimiento circular de la muñeca para abrir los aromas. Así es, un gesto, aparentemente sin importancia, afecta a todo el proceso de cata.

Primer paso: aspecto visual

Sirve un poco de vino en la copa e inclínala en un ángulo de unos 45º sobre una superficie blanca. Realmente, la percepción del color es muy subjetiva. Dependerá también de la luz que tengamos. Sin embargo, nos puede dar pistas sobre la edad del vino. Cuanto más dorado y menos pajizo sea un vino blanco, o más teja y menos violáceo un tinto, más tiempo lleva embotellado, en términos generales. La viveza de ese color y su limpieza nos informan del estado del vino. Un vino apagado puede estar conociendo el final de su vida. La turbiedad, por otro lado, podría indicar desde que el vino no ha sido filtrado hasta un defecto. La famosa capa no es más que la posibilidad que tenemos de leer a través de la copa, debido a su relativa transparencia (capa baja), o todo lo contrario (capa alta). En cualquier caso es un fenómeno relacionado con la pigmentación de la uva o la extracción de la misma en bodega, entre otros factores. El ribete, ese arco brillante púrpura alrededor del vino que vemos en muchas copas refleja su juventud. La poética lágrima de los cantaores puede indicarnos su potencial alcohólico o su cantidad de azúcar. Cuanto más densa y más lenta resbala por la copa, mayor grado o dulzor

 

Segundo paso: aroma

Este paso es muy importante a la hora de detectar posibles defectos (como el famoso corcho y otras contaminaciones) o la intensidad y complejidad aromáticas. Mete la nariz sin miedo, porque a 20 centímetros no oleremos nada, aunque salgamos más guapos en la foto. A copa parada, sin agitarla, detectarás los aromas primarios, los que proceden de la uva. Suelen ser de carácter más floral y vegetal que frutal, pese a la “afrutada” creencia popular. Luego moveremos en círculos la copa. Cuidadito de no salpicar al compañero. Este movimiento requiere cierta práctica para hacerlo en el aire, puedes empezar apoyando la copa en la mesa. De esta forma liberamos más olores en contacto con el oxígeno. Percibiremos entonces los aromas secundarios, aquellos procedentes de la fermentación alcohólica y la maloláctica. Están marcados por la fruta, las hierbas aromáticas, incluso la mantequilla, ahumados o conservas en los vinos blancos. Finalmente, tras haber dedicado un ratillo a airear el vino, apreciaremos los aromas terciarios propios de la crianza, conocidos también como bouquet. En este momento reconoceremos olores a frutos secos, torrefactos, especies (pimienta, clavo, vainilla, chocolate…), balsámicos, e incluso de carácter animal en muchas ocasiones.

Tercer paso: sensaciones en boca

En este momento decisivo de la cata entran en juego los sentidos del gusto, el olfato y el tacto. Los sabores son cuatro (dulce, salado, ácido y amargo) y todos ellos lo encontramos también durante la cata. Llevamos un poco de vino a la boca y lo pasamos de un lado a otro con la lengua, recorremos el paladar, dejamos que nos envuelva. Así percibimos los sabores y el cuerpo, que viene dado por el volumen y la concentración del vino en la boca, y el deseable equilibrio entre todos estos componentes. Al expulsar un poco de aire por vía retronasal nos llegarán aromas que, con mayor o menor intensidad, puede o no estar en consonancia con los que apreciábamos en el paso anterior. Probablemente descubras más matices, sobre todo si estás ante uno de los vinos de Bodegabierta, valga un poco de autobombo, amigos. Con el tacto apreciamos su suavidad, untuosidad, la no deseable aspereza si la hubiera. Se trata de  apreciar su textura en boca, descubriéndose sedosa, aterciopelada, etérea, rugosa… El final que deja el vino viene marcado por el predominio de uno de los sabores, dejando un recuerdo amargo o salino, por ejemplo, y por la longitud, esto es, el tiempo que tarda en desaparecer el vino. Hablamos así de un vino largo o corto. 

Con esto ya puedes empezar a hacer tus pinitos con la cata. Entra en nuestra tienda on line de vinos de pequeños productores, llama a los amigos y empieza a practicar. Pero, ante todo, no olvides que sobre el gusto hay mucho escrito. Un vino que a ti te triunfa a otra persona puede no gustar en absoluto, así que lo importante es disfrutar de la copa, los acordes y los desacuerdos, y brindar, siempre brindar.

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