Información adicional
Denominación de origen | |
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Tipo de Vino | |
Variedad |
120,00€
Queirón El Arca 2020 es un viaje al pasado. A la viticultura ancestral de Rioja. Austeridad de un suelo pobre, esencial, frágil. El tiempo se detiene en Quel, a los pies de su castillo del siglo XV. Vino singular de un viñedo único en el Viejo Mundo. Una viña anclada en la memoria, un vestigio, un tesoro.
La familia Pérez Cuevas y la bodega Queirón representa el vínculo con la viticultura riojana desde hace cuatro generaciones y supone la máxima expresión de amor por su entorno original y la recuperación de su patrimonio vinícola.
100% Garnacha.
Tras pasar una noche en cámara a 12ºC, la primera operación en la bodega es la selección de cada racimo en cinta, para preservar que en el proceso entran exclusivamente aquellas bayas que cuentan con una madurez óptima y una sanidad absoluta. A continuación, se realiza el despalillado (separación de las uvas del raspón o escobajo). Las uvas se introducen en barricas de roble americano y se realiza un suave pisado para liberar mosto de algunas uvas, no de todas. La idea es conseguir una semimaceración carbónica (pero sin la presencia del raspón para que no cedan compuestos herbáceos). Con esta operación se logran algunos de los aspectos beneficiosos de la maceración carbónica, potenciando la intensidad aromática y la expresión máxima de la fruta; además de los derivados de la elaboración tradicional, en la que el estrujado libera ciertas cantidades de mosto poniéndolo en contacto con los hollejos aumentando la cesión de taninos y antocianos, compuestos esenciales en la calidad del vino.
Con las uvas en las barricas y ya cerradas, comienza la fermentación con levaduras espontáneas del propio viñedo para fijar al máximo la expresión propia y natural de Queirón El Arca; la idea es conseguir la instantánea más precisa de su complejidad y de los caracteres genuinos de la impronta personal de un viñedo tan especial.
Con la fermentación de las uvas en las propias barricas se apura la extracción de taninos que favorecen la estabilización del color además de propiciar el aumento del volumen y la complejidad aromática. Tras esta primera fermentación (que se extiende durante diez o doce días), se procede a sangrar el vino (se le libera de los restos de las pepitas y de los hollejos) y se le vuelve a introducir en barricas, en esta ocasión de roble francés de primer año y con diferentes tostados, para que culmine su fermentación. Al finalizar, se vuelve a trasegar y se realiza una homogeneización de todo el vino ante de volverlo a introducir en barricas de roble francés para que realice la fermentación maloláctica, de nuevo con bacterias propias del viñedo, lo que vuelve a potenciar tanto la identidad del vino como su complejidad aromática, la elegancia y su volumen. En esta fase de crianza permanece de cinco a siete meses con sus propias lías. Una vez descubado, se introduce el vino en depósitos de hormigón con forma de huevo. La utilización de este depósito propicia una microoxigenación debida a la porosidad del material con el que está construido (piedra caliza y arcilla) y además, su forma produce una suave corriente interna en forma de vórtice que favorece la crianza muy suave sobre lías ya muy finas, lo que vuelve a favorecer la complejidad, finura y volumen del vino. Finalmente, tras veinte meses en este proceso de maduración suave, el vino se embotella hasta conseguir su momento óptimo para ser disfrutado.
Amanece con aromas de cereza roja y fresa, rodeada de monte bajo, pétalos de rosa seca y atardece con piel de naranja amarga. Entrada envolvente, con un recorrido sedoso y delicado, y un final para el recuerdo. Territorio y tradición en la copa.
Asados, carnes y pescados grasos. Guisos de caza y estofados.
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